Pero ¿La izquierda quiere gobernar?

Justo al día siguiente de las europeas, sobre los humeantes rescoldos del bipartidismo, las infinitas izquierdas, donde se incluyen los que no son de izquierdas ni de derechas, decidieron que el fin de la derecha había sido dictaminado.

Cada uno de los respectivos dirigentes tenía la solución adecuada y la respuesta había que darla, como muy tarde, el martes siguiente. Este súbito análisis no solo tenía que ver con la presión de los medios de comunicación, muy interesados en un nuevo rollito político que les saque de su crisis de audiencias, lecturas y de financiación, sino con la necesidad de atar lo que debe ser atado, no fuere que aparecieran múltiples candidatos al puesto de líder.

Mientras Usted y yo pensábamos que, con abstención o a causa de ella, los españoles y españoles nos habíamos dado una alegría a su cuerpo y que, antes de anunciar el fin de cualquier gobierno, convendría recordar lo de la piel del oso o trabajar para hacer posible lo probable e incluso convencer al personal de que hay respuestas, los respectivos dirigentes se han aprestado a comunicarnos que ellos son los líderes que nos convienen.

Unos han decidido renovarse por penúltima vez, recurriendo a los militantes y organizados por barones que ya han elegido proponer liderazgos que no estorben a sus baronías.

Otros, dicen que hay que unirse los lunes, pero no los martes, pero, entodo caso, que se unan los de provincias, porque los líderes no están para unirse con quien el puesto de líder pide.

Los de más allá, que no se sabe si están a la derecha o a la izquierda, encargan que los asesores asesoren un nuevo grupo de asesores que será elegido por internet y no por democráticas votaciones de delegados, propios de viejas castas y más viejas democracias.

¿Con qué programa? ¿Cómo le van a arreglar a Usted la crisis de su Ayuntamiento? ¿Qué impuestos van a subirle? No, amigo y amiga, líder, república y primarias: es la cosa nueva.

Nuestros marcos mentales, es decir, las cosas que Pensamos, eso de llegar a final de mes, la erosión de lo público, la superación de la crisis sin empleo, los niños que deben comer en verano, son antigüallas. Las múltiples izquierdas, o los que no quieren ser de derechas o de izquierdas, nos hablan al margen de nuestras preocupaciones. Así que no se preocupe si Usted no entiende nada.

Mientras ellos ya han ganado, la derecha cuenta y recuenta, busca aliados para completar mayorías y espera que la izquierda siga en el despiste. Una izquierda que renunció a la agenda social en Catalunya; otra que parece querer salirse del euro cada mañana o aquellos que abrazan el nuevo populismo radical siguen despistándose.

Para ganar, la izquierda necesita cambiar, seguramente, formas de hacer. Aunque, quizá, convendría conservar la democracia, construida gracias al movimiento obrero desde el siglo XIX y que, por cierto, siempre temió esos hiperliderazgos que construyen desiertos entre el líder y los pueblos. Claro que es sabido que el movimiento obrero pertenece a antiguas castas a hacer desaparecer.

Formas habrán de cambiarse pero conviene que la izquierda se dirija a nuestros marcos mentales para que les entendamos. Sacrificios si, movilizaciones, también, pero, por favor, un programita creíble para mejorar nuestra vida y saber quien pagará el cambio de nuestra vida. Vamos, algunas ideas para saber si somos de izquierdas o derechas.

Ese es en todas las izquierdas, incluso en los que no quieren decirnos si son de izquierdas o de derechas, su problema de comunicación. No es que falten recursos, medios o palabras: faltan ideas. Lakoff tiene un precioso librito del que alguna vez les he hablado aquí (no pienses en un elefante) que devalúa el valor del predicador económico y político.

Por mucho que los líderes enfaticen la verdad o la muestren a los ciegos, si choca contra los marcos mentales del ciudadano o ciudadana receptor rebotará de tal modo que no solo seguirá ignorante sino que al predicador se le quedara cara de tonto.

Como un líder no puede tener cara de tonto, hemos descubierto la vía paranoide para tener siempre la razón: unos han descubierto que votar les puede hacer perder el puesto de asesor de los asesores. Otros, descubren que los medios les odian y aman a los submarinos socialdemócratas. Otros, se lo reprochan al pensamiento conservador.

Así el poder habrá de mantenerse por distintas vías según la técnica paranoide elegida: primarias para los demás, listas bloqueadas para mí; primarias con simpatizantes para quitar de en medio concejales o primarias con militantes para que lo administren los secretarios de organización, aunque ahora quizá los llamen asesores. Porque, amigos y amigas, la lucha de clases son las primarias.

Yo creía que se trataba de ganar; pero no: líder, república y primarias es lo que se lleva ahora.