Unos hippies que viajan y hablan inglés van a reformar nuestros partidos y sindicatos (I)

Dedicado a quienes a mi alrededor militan en
partidos y sindicatos...y aguantan.
No sé si se trata de necesidad ética, del tradicional arbitrismo hispano, de puro elitismo o de esa pulsión hippie, tipo levantemos el asfalto, que siempre aparece a cierta edad. El hecho es que unos ilustres españoles, bastante brillantes, dicho sea de paso (también hay algún catalán), han realizado una propuesta para reformar los partidos políticos (sobre los sindicatos no hay propuestas, probablemente aspiran al simple cierre)

Uno de los argumentos de fondo es que nuestra visión de la crisis es errónea. No es la austeridad destructiva y las recetas sobre nuestros fundamentos económicos recomendadas por la troika lo que nos conduce a la catástrofe. Error: son las instituciones y nuestra forma de ver la economía política.

¡ Alto ahí, lectores de este blog, que les conozco! Por economía política no debe entenderse ninguna tontería marxista de esas que andan Ustedes desenterrando. No; se trata de quitar de en medio las intervenciones sociales o políticas, aquellas partes del marco institucional, que hacen imposible las soluciones que a los conocidos y evidentes males de la patria proponen nuestros reformadores.

Quizá Ustedes estén pensando en lo innecesario de abogados o técnicos comerciales el estado, listísimos de la muerte, en un momento en que los conocimientos especializados están muy socializados y extendidos. A lo mejor, opina Usted que la selección de los departamentos universitarios es algo clientelar. Incluso, en algún alarde empírico sobre los costes de transacción, cree Usted que los elevados salarios de los Consejos de Administración son poco eficientes.

Esta Usted errado o errada; más aún si se le ocurre que por ley podríamos limitar esas evidentes ineficiencias. No; lo que hay que reformar por Ley son, como Usted debería saber, los sindicatos y los partidos. Deje de pensar o imaginar reformas innecesarias.

En próximas entradas analizaremos las medidas que se nos proponen, por cierto casi ninguna de ellas planteadas por el debate político de los últimos treinta y ocho años. Casi todas ellas alientan las organizaciones políticas difusas, cuadro excelente y muy eficiente para los grupos de presión y lobbies, por no hablar de otras cosas hoy.

Andaba yo imaginando que sesudos argumentos se proponen y me he encontrado que no hace falta que sean sesudos como Ustedes podrán observar aquí. En realidad, si se posee la verdad, la demagogia es suficiente; demagogia que, en Grecia no era sino el apoyo popular a la ausencia de partidos.

Han de saber Ustedes que los sindicatos rechazan el contrato único no por la causalidad del despido sino porque cobran de los ERES y despidos. Que los partidos se oponen a desmantelar las regulaciones del estado del bienestar porque están integrados por borregos y borregas (“disciplinado soldado” – no hay soldada, se siente -) que apoyan direcciones que, vaya escándalo, ni han estudiado fuera, ni hablan inglés; hasta ahí podíamos llegar.
Como Ustedes saben, todos los abogados del estado, miembros de Consejos de Administración, catedráticos y jefes de departamento universitario o premios literarios no cursaron estudios en nuestras insuficientes escuelas y universidades públicas sino fuera y hablan inglés como el mismísimo bardo. Que los directivos y directivas de sindicatos y partidos no hayan pasado por una cátedra o estudiado en Cambridge, Oxford, Harvard, L´ecole normal, es impresentable.

Ustedes, que son dados al materialismo dialéctico en demasía, creerán que tan elevada crítica se debe al intento de quitar barreras políticas al desmantelamiento del estado del bienestar que se esconde tras muchas de las reformas estructurales que se proponen. Otros pensarán que es puro elitismo.

En realidad, es tradición económica muy hispana la del fomento del arbitrismo cuando la patria y el imperio se desvanece, no hay estado o tejido político y las ideas políticas de los líderes han dado paso a las ocurrencias. 

Cuando la marca España de los Austrias devenía en risa y escarnio, más o menos como la de Zapatero, Rajoy, botines y botones, la escuela de Salamanca inicio la carrera del diagnóstico de los males de la patria. El arbitrista del coloquio de los perros de Cervantes sugiere que con un día de ayuno se pagaría la deuda del Rey en veinte años, siempre que llegue la pasta al monarca “sin costa de comisarios”: o sea, sin sindicatos, ni partidos.

Nada nuevo ni moderno argumento, en una palabra.