¿La economía crítica al ataque?

Como cada vez que hay crisis, las escuelas de la Academia se excitan. Los departamentos de economía crítica están muy, muy excitados. Consideran, y no les falta alguna razón, que la crisis viene a darles la razón aunque los papeles prometiendo el final definitivo del capitalismo tampoco es que previeran lo que la economía ortodoxa no previó.

Los Occupy de Harvard han llevado el debate a las aulas. Mankew y Marglin ya han discutido. A nivel local Alberto Garzón, y los del blog Politikon, Cives y Senserrich, se han enzarzado en debate sobre el asunto.

Los que hemos pasado por las facultades de economía tenemos una forma de discutir fina, finísima: nos insultamos sin pudor alguno, nos damos por aludidos en un pispás y, en cuanto podemos, ponemos en duda la competencia del otro. Naturalmente, todo es producto de alguna conspiración interestelar que pretende erosionar nuestros ingentes conocimientos y nuestras prometedoras carreras. Afortunadamente, ya les adelanto, esto se pasa con la edad.

Por un poner, Cives utiliza la palabra pereza y Garzón responde con una conspiración sobre publicaciones académicas mientras Senserrich viene a decirle a Alberto que lo del neoliberalismo de la Merkel no define a los ortodoxos sino a los enfermos mentales. Mankew le dice a Marglin que se meta con los de su edad; es decir, que en lugar de denostar la economía con los que no han empezado a estudiar, que lo haga con los de segundo año que ya se habrán leído su manual. Cosas de la Academia.

Cuando yo era joven y casi todos éramos heterodoxos ya teníamos este debate. Mis compañeros recordarán la pasión con la que defendía mi ausencia en la mayor parte de las clases de microeconomía porque un profesor (Enrique, por otra parte excelente) era excesivamente marshalliano. Más tarde me dedique a aprender microeconomía de lo que se aprovecharon mis hijas estudiantes de economía (ortodoxa y de la otra que son equilibraditas).

Luego, los heterodoxos fuimos menos (por cierto, convendría convenir que heterodoxo no quiere decir que nos pasemos el día pronosticando el final del sistema o calculando si el decrecimiento de la tasa de ganancia es definitivo, no es obligatorio).

Afirmar que esa reducción de presencia académica e influencia social se debió al ingreso en la Universidad del postfranquismo de los programas ortodoxos y no reconocer el cambio político, el consenso de la transición y la extensión de la cultura de la disciplina fiscal como causantes, es hacerle un favor al discurso político y a la responsabilidad de la izquierda española.

He acabado siendo de la opinión que uno tiene las facultades de economía que se merece. Son producto social como casi todas las producciones culturales. El problema de la igualdad o de la justicia social ha importado una higa en los última década. Cierto; los departamentos de economía crítica han mantenido el reducto, aunque no han parecido muy seductores a los creadores de opinión social o política ni a los propios afectados, todo hay que decirlo.

Es probable que el cambio de cultura social conduzca a nuevos programas de investigación donde ya compiten mas paradigmas críticos que economistas para defenderlos. Por otro lado, leer a los ortodoxos que son tan unánimes como los heterodoxos, es decir poco, es algo recomendable. A veces, es hasta divertido.

Pero tenemos debate sobre lo que mas gusta a los economistas: debatir sobre la profesión y sus protagonistas.